José Luis Solano Rodríguez
Se
nos marcha entre más de un silencio y algún que otro ruido. La vida en Arroyo
se desarrolla sin sobresaltos. El número de habitantes no consigue aumentar,
mueren más que nacen, emigran, con edad joven
y formación, demasiados. Los desempleados no son un alivio,
ni el alza de precios. Hubo elecciones municipales, autonómicas y estatales,
continuidad con alguna pequeña variante en número y personas, cambio autonómico,
más revuelo en lo nacional, con tendencia al absolutismo según algunos. Las luces
de Navidad iluminan la plaza, la ermita; un flash momentáneo, una variante
lumínica que aportará una nota distintiva por unos días. Relativa calma en este año veintitrés del siglo XXI.
Ahora bien, si retrocedemos dos siglos
atrás, a 1823, podemos comprobar que hubo más movimiento, desasosiego…. Era una
población similar a la actual en número, con unos 1.400 vecinos cabezas de
familia estimados (unos 5.600 habitantes), en aumento respecto a años
anteriores. La inmensa mayoría dedicados al sector agrícola- ganadero; el
industrial, dependiente del anterior, efímero. La acción del Conde-Duque de
Benavente ya no se notaba. Los bienes de propio no daban lo suficiente para el
gasto municipal de servicios mínimos; algunos (horno de pan en la Corredera, hornillo de la calle homónima, parte del Corral Nuevo)
estuvieron en manos de liberales –partidarios de su privatización- mientras les
duró el gobierno municipal. El Ayuntamiento controlaba la vida del municipio en
un plan proteccionista: abastos básicos (pan, vino, aguardiente, aceite, carne,
pescado en cuaresma, jabón), pesos, medidas, moral, policía… Se preocupa de la
enseñanza, la vigila, “en los primeros
rudimentos, qual corresponde a un pueblo civilizado”; tienen dos maestros, a
los que consideran insuficientes para el volumen poblacional, con “pocos sabiendo leer”, siendo “un perjuicio conocido
a la civilización” reconocen, destinan
para ellos escasos haberes económicos, por debajo de lo estipulado, debiendo
los padres de los alumnos añadir un
suplemento pormenorizado según sea la enseñanza recibida: leer, escribir y
contar; leer y escribir: leer; deletreo y cartilla.
La vida iba con pocas alteraciones, salvo
en la parte política nacional y, como consecuencia de ella, en la municipal.
España estaba dentro del periodo histórico conocido como Trienio Liberal o
Constitucional (1820-1823). Tiene un
sistema político basado en el rey Fernando VII con la Constitución de 1812; dos bandos se
enfrentan: liberales o constitucionalistas y realistas o absolutistas, con sus ejércitos en liza, se mueven por el
territorio nacional en una guerra civil, sobre todo en los dos últimos años.
Arroyo no permanece ajeno. El año 1823 varía
el gobierno municipal según las fuerzas de ocupación de la zona y la jefatura
política provincial; lo empezó con los liberales, julio y agosto con los
absolutistas, para volver los anteriores y terminar el año con los segundos,
sin elecciones, por imposición, con multas para el que había ocupado el poder anteriormente,
impuestas por el ejército rival. Los
ciudadanos a verlas venir, a pagar más contribuciones –en especie, que el
metálico estaba imposible por la bajada de precios- para sostener a las tropas
de paso en sus raciones de pan, vino, carnero, centeno, paja, incluidas las del
héroe de la Guerra de la Independencia
Juan Martín Díez, el Empecinado, establecido en el Casar con fuerzas liberales;
también tuvieron que recurrir a las armas con
fines defensivos o policiales en la localidad, ante los atropellos e
insultos a autoridades y vecinos, incluido el cura ecónomo, constituyendo
patrullas, retén de vigilancia, posicionado
para mayor seguridad, ante la falta de preparación y miedo de sus integrantes, en el petril del tejado de la iglesia,
intentando detener a los atacantes, hacer fuego, tocar las campanas avisando al
vecindario para que acuda o se resguarde.
En la noche circulaban patrullas de ambos bandos cantando canciones
insultantes y aporreando las puertas de los rivales. El gobierno municipal intentó mediar con toques de queda,
prohibiendo circular por las calles a partir de las diez de la noche y, sobre
todo, portar armas.
El año termina. Se ha restaurado a
Fernando VII en todo su poder, despótico, absoluto, reprimiendo liberales y
suspendiendo sus principios. Abandonan
España parte de las fuerzas
internacionales –los Cien Mil Hijos de San Luis- que habían ayudado a
restablecerlo. El gobierno local es de su signo, empieza a tomar medidas
acordes con los nuevos tiempos tras “los
desacatos cometidos en él (al Santísimo Sacramento) y su santísima casa por los
infames revolucionarios”…y para que “se celebre un aniversario por las victimas
sacrificadas en defensa del altar y del trono”. Se acuerda bajar a la patrona
el próximo domingo treinta de noviembre para “celebrar una solemne función el
ocho de diciembre, otra el diez, y la festividad del Santísimo Sacramento el
siete de ese mes”, haciendo el Ayuntamiento
un convite a la parte eclesiástica secular y regular. No se ordena hacer
luminarias, ni se mencionan, no hay ánimos, sólo miseria tras otra guerra esa
centuria –y vendrán más- en la localidad.
El alumbrado festivo de ahora era,
desde el tejado de la iglesia, a su
modo, para aviso de tropas que llegaban . Las bajadas de precios no se
corresponden con las subidas actuales. La economía agrícola-ganadera casi no se
da. El número de habitantes es similar al de entonces. …Cosas iguales, aspectos
diferentes.